“Anuncios de las décadas más o menos centrales del siglo pasado, en castellano evidentemente, hoy serían inconcebibles, socialmente y por razones sanitarias.
“Fue muy popular un anuncio del coñac Soberano, que hoy sería inaceptable para machista: ‘Soberano ¡es cosa de hombres!’
A partir del conocimiento del mercado, la publicidad busca persuadir a los posibles consumidores de la bondad de sus productos. Pero varios anuncios de las décadas más o menos centrales del siglo pasado, en castellano evidentemente, hoy serían inconcebibles, lo que demuestra cómo ha cambiado radicalmente la percepción social y sanitaria de algunos de ellos. Es el caso de las bebidas alcohólicas, uno de los sectores que siempre se han publicitado activamente. Un ejemplo de ello lo encontramos en un anuncio que recomendaba el consumo de vino. En él se veía a un hombre que se llenaba un vaso mientras comía, y el texto que acompañaba la imagen era así de demoledor: El uso del vino a dosis moderadas no es peligroso. Beba en cada comida una botella de tres cuartos de litro, afirmación que se atribuía a un miembro de la Academia de Medicina! Hoy se entienden por dosis moderadas de vino el equivalente, como mucho, a uno o dos vasos al día, y hay criterios más estrictos que propugnan la abstención total.
Otros productos, hoy bastante olvidados, son los vinos quites, a los que se añadía quinina, que tiene ciertas propiedades medicinales como tónico y hacía venir hambre. Los que tengan ya una cierta edad recordarán los anuncios de Kina San Clemente, que da unas ganas de comerrrr!! Se hacía con vino dulce, que contrarrestaba el sabor amargo de la quinina. También estaba la Quina Santa Catalina, que decía que es medicina y es golosina. Con las quinas, orientadas sobre todo a la canalla, aunque también había adultos que lo tomaban, se habituaba a los niños pronto, poco o mucho, al consumo de alcohol, cosa hoy del todo impensable. Y no olvidemos que entonces, además, era relativamente frecuente darles pan con vino y azúcar –el azúcar hoy también está bastante cuestionado y cada vez más se recomienda reducir su consumo–.
Otro anuncio absolutamente condenable es uno del coñac 103: ¡Automovilistas! Antes de emprender un viaje, beba una copa de coñac 103 ¡¡no más!! Se sentirá reconfortado y con completo dominio de sus nervios. Un coñac puede generar la sensación de un cierto relajamiento, pero afecta a la coordinación motora y a los reflejos de la persona, esenciales en la conducción. No acaban aquí las “virtudes” del 103: ¡La gripe acecha! Un arma bien dirigida. Defiéndase con Brandy 103. También fue muy popular un anuncio del coñac Soberano, que hoy sería inaceptable para machista: Soberano ¡es cosa de hombres! En la misma línea, tenían una evidente flecha machista los anuncios de la emulsión Plus-Forma para ganar peso, dirigidos a las mujeres con reclamos como No sea flaca o No sea delgada… Plus-Forma añade peso a su cuerpo, para que, según los gustos de la época, fueran más exuberantes y atractivas.
La cerveza se publicitaba con anuncios que hoy no se permitirían. Cruzcampo tenía algunos que inducían a beber a toda la familia. En uno, por ejemplo, bajo el lema Lleve a su casa una bebida para todos, se veía una ama de casa que servía a sus dos hijos, y en otro, bajo el dibujo de cuatro niños que bebían de ella, el texto decía Mamá lleva siempre a casa Cruzcampo. Con Cruzcampo, la comida resulta más grata y digestiva que con cualquier otro tipo de bebida. Iba en la misma línea el anuncio de otra cerveza, aunque mostraba una cierta prudencia al aconsejar la consulta a un facultativo: Por su poder depurativo y digestible, la Cerveza San Miguel contribuye a la fácil asimilación de las comidas. Puede darla a sus niños, preguntando primero al médico si lo aconseja.
Otros anuncios de aquellos años sobre productos que no tienen que ver con la alimentación, tampoco pasarían el sedán de hoy en día. Dos muy significativos tienen que ver con el hecho de fumar. Me curé fumando, decía uno de los Cigarrillos Balsámicos del Dr. Andreu que se vendían en las farmacias para los asmáticos. El otro, que también promocionaba unos cigarrillos, pero no balsámicos, usaba la imagen de futbolistas: Di Stefano juega con más ganas… porque fuma Caravanas. Puede sorprender que se hable de tabaco en este artículo, pero, aunque parezca extraño, lo incluye el Código Alimentario Español. Aquí es casi inevitable recordar la frase atribuida a Winston Churchill cuando le preguntaron cómo es que había vivido tantos años. Bebedor y fumador empedernido, contestaba que era porque estabría los microbios con el humo del tabaco y los ahogaba con whisky.
Actualmente, los conocimientos científicos y los criterios sociales no permiten ciertas formas de publicidad que promovían hábitos no saludables. Hemos progresado bastante, pero todavía hay anuncios que son discutibles. En la publicidad, siempre se debe aplicar el criterio científico.
Abel Mariné – Profesor emérito de Nutrición y Bromatología (UB)


